Esta famosa polémica entre ambos mamíferos sobre quién es más inteligente no parece tener nunca fin, ni parece que se pueda llegar a un acuerdo. Para los amantes de los gatos, argumentos como su carácter independiente y selectivo es motivo suficiente para destacar su inteligencia por encima de la de los canes. Un ejemplo de la inteligencia de los gatos es que el maullido es una manera de intentar imitar la voz de las personas con las que el gato convive.
Los atributos de los perros los conocemos bien, son fieles hasta la muerte, dependientes y capaces de dar su vida por nosotros. Ellos son capaces de desempeñar diferentes roles en la sociedad más allá de demostrar afecto por nosotros los humanos: pueden participar en búsquedas complejas y servir de guías para personas ciegas además de desempeñar múltiples roles en la sociedad.
La manera de medir la inteligencia de estos dos animales es a través de la memoria y estructura cerebral. Recordar situaciones, actos y a las personas significa que se pueden almacenar conceptos abstractos en la mente para utilizarlos en el futuro. En función de todo esto, una definición de inteligencia animal resultaría de la capacidad de resolver situaciones nuevas con elementos aprendidos.
¿Quién es el ganador?
La conclusión final es que que hay que apreciar el tipo de inteligencia particular de cada mascota, especialmente la inteligencia social que los convierte en estupendos compañeros y amigos de cuatro patas. En definitiva, podemos definir que en cuanto a medir la inteligencia entre perros y gatos, se llega a un empate ya que lo que unos tienen unos les falta a los otros y viceversa.
Ambos tienen cualidades increíbles que los hacen únicos y especiales como razas que tenemos que apreciar y valorar más que descatalogar a uno respecto al otro.